Cuando hablamos de modernidad, la idea de simplicidad o de pureza perdura. Pero no significa forzosamente pobre o puritano, más bien significa suavidad, fluidez, ligereza… La modernidad se libera del dogma o de la ideología radical al hablar de sensualidad y de placer, en esa voluntad de situar al individuo en el centro de las cosas. Esta tendencia se empeña en desterrar la modernidad de debajo del montón de materiales o de objetos que más que servirla la limitan.

La necesidad de una alternativa al decorado, al exceso, a la acumulación, a las exageraciones o a la redundancia todavía persiste. Para empezar, se basa en la idea de libertad de movimiento: enfatizar las perspectivas, aprovechar la cantidad de espacio, jugar con los materiales flexibles o rígidos… Es lo menos codificado. Las formas se dulcifican mientras que la comodidad apela a los sentidos: está unida al color del aire, del agua, de la naturaleza o de la luz. El vacio se convierte en una ausencia sensual. No es una cuestión de ascetismo, sino de bienestar mental o físico, del placer por el placer.

Lo experimental de la misma le deviene de cómo la vanguardia del diseño, después de algunos años. Parece que se focaliza sobre la idea de una variación de los arquetipos: el sofá, la silla, el sillón, la cama, la mesa, las estanterias. Los esencial de la creación del mueble se resumiría en una ligera inflexión sobre el estilo. Por eso el papel representado y ocupado por los jóvenes diseñadores internacionales al optar en la actualidad por un enfoque más radical. Su leitmotiv: pensar diferentemente el hábitat, reflexionar sin juicios previos sobre otros modos de vida. El objeto se apropia de nuevas configuraciones, induce nuevas actitudes en la vida cotidiana… Sus experimentaciones se aventuran en todos los campos de la creación y utiliza la broma, el humor, el desplazamiento. Sin embargo, esta búsqueda de alternativas no aspira a la utopía pura sino que intenta conservar un enlace constante con lo real.

De esto ha tenido indudable responsabilidad la llegada con fuerza de los gráficos por ordenador (vía ordenadores y video juegos) y su consumo diario, lo que ha dado lugar a una nueva forma de ver y de proyectar los objetos. El universo digital parece definir otra cultura para los diferentes artefactos domésticos, menos basado en la materialidad o en la realidad estructural (tangibilidad), más en la imaginación virtual del 3D. Por la ausencia de restricciones físicas y mecánicas, la realidad virtual, distanciandose de la realidad presente, está generando una nueva expresividad a la que diseñadores y creadores se están asiendo con entusiasmo. Formas infladas, formas moldeadas, extrusiones, efectos especiales, colores artificales (derivados de la pantalla y de los rayos catódicos), materiales intangibles… todo es posible.

No nos cabe duda de que el universo del ordenador, herramienta de uso imparable, libera el universo formal al mismo tiempo que lo simplifica, sintetiza… posibilizando mundos que hasta ahora habían estado reservados a la ilustración, dibujos animados y cómics. Como a principios de siglo, con la Revolución Industrial, la tecnología digital está propiciando la renovación conceptual del sistema de los objetos.

Pero el retorno a las formas orgánicas también entra en juego, al representar y traducir el deseo exacerbado de bienestar físico y de comodidad. Voluntad de encontrar cierta libertad expresiva, tanto en la manera de pensar el entorno como en los modos de habitar. Por eso las materias flexibles, blandas, moldeadas, coladas, fundidas, permiten la creación de formas fluidas y libres que se oponen a las de los canónicos del diseño llamado racional, cuya estética definida por las líneas tensas y geométricas se impone a toda visión desenvuelta del confort. El cuerpo abraza las curvas, las formas envuelven el cuerpo. El diseño se adhiere a las actitudes corporales: una nueva exigencia visual y sensual del confort se impone.